Dean
Simpson | College of the Holy Cross
fósforo y lápiz
se enciende el fósforo, chispa de mi
pensar, a iluminar mi papel la reacción sulfúrica me
anima, la madera de mi hilo cerebral acoge suavemente la llama pasajera
que con los segundos va amenazando mis dedos pero mis dedos, despabilados y
enterados dejan caer ese palillo achicharrado para eternizar el
momento con otro con punta de carboncillo
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Poema a ella
hay una mujer más guapa que tu primer
amor que encarna el ideal más lozano. nos conocimos en una
encrucijada de copas y canciones donde la borrosidad de la noche
desdibujaba todo, como una neblina bizca de parranda. la madrugada nos
pilló entre jaquecas y flores, y aquí estamos. su candor
espanta, hechiza, marea. su voz me deja con la oreja humeando. si me
duele la vida me hace un zurcido con su ojo risueño. desprevenido
estoy ante la sorpresa constante de su belleza. es como vivir cien horas en
la muerte de un segundo porque el ahora sempiterno lo hemos vivido
desde ese primer brindis.
¤ ¤ ¤
Poema de las flores
ella con corazón ardiente danzaba en
las lilas conmigo, y luego se sentaba, y yo danzaba a solas
mientras me miraba sonriendo con una flor en su pelo. un
día volvimos bajo el sol campestre al jardín, y yo me
puse a bailar mientras miraba ella hacia el horizonte con ojos
vacíos. ahora vuelvo al prado y no está ella. me
agacho a oler las flores y me llena de tristeza se memoria y me siento
a pensar en la dulzura sempiterno del jardín.
¤ ¤ ¤
La vuelta al mar
una vez pusilánime me agarraste
exprimiendo las gotas de mis venas. y con el talón de tu bota
mortal me moliste a patadas un martes de lluvia. y de entre el nube de
mi polvo saliste sanguínea y ardiente, peinándote con las
culebras de tu empeño. ahora en los semáforos contemplo
la suavidad de mis cicatrices y la eficacia del yeso del tiempo. el
corazón perdona, pero no olvida. y ahora con sonrisas lejanas y
ojos esquivos nos saludamos en el pasillo como dos gotas del mismo
mar.
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El vidente
un día ella me dijo, ojos que no
ven, corazón que no siente. pues yo veo, y cuánto
siento. me preguntó para qué me flagelo a quemazones
cuando también el corazón que no siente con calma ciega. yo
le respondí que por su ceguera de invidente sentimental me apaleaba
con su bastón de punta roja. y le pregunté si ese cicatriz
que roza el interior de su párpado cuando pestañea le hace
daño. y también le dije que yo a bruces las mil
lamentaciones prefiero contar que a tropezones adivinar dónde me
espera la caída. y ella se calló. |