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Joanna Ribeiro '10


La monja

      Sé que mi vida es marcada por mis circunstancias personales, pero a veces me pongo a pensar cómo sería si mi vida fuera diferente. He soportado circunstancias complicadas, como el divorcio de mis padres y la mudanza de mi madre a Los Estados Unidos. He vivido con familiares por la mayoría de mi vida y aunque eso no sea lo ideal, sé que esas mismas circunstancias me han fortalecido y transformado en la persona que soy hoy. As veces me pongo imaginar cómo sería mi vida si yo pudiera ser otra persona. Tal vez fuera una astronauta o quizás una cantante famosa, más en la mayoría de las veces siempre vuelvo a la misma figura, una monja de Tíbet.

      La vida de las monjas es un concepto que me perpleja. Esas mujeres llevan su vida basada en la dedicación comunitaria, rezando todos los días y manteniendo su conexión con lo divino. Tanta dedicación me cautiva, encarcelándome en un mundo donde el tiempo no existe, donde las horas se disuelven en el viento y los minutos se tornan polvo junto la tierra. Me imagino sentada en el tope de una montaña bien alta, donde vivo sola. Allí, me quedo a mirar el horizonte, donde la tierra encuentra el cielo, donde las nubes se enamoran del sol. En el topo me quedo en silencio, escuchando los ruidos de los confines de la tierra, meditando y rogando al universo que tenga compasión de la humanidad.

      El único pueblo que existe en esa área está localizado en unas vente millas de mi casucha. Allí puedo comprar algunas cosas como jabón, té y algunos granos como lenteja y soja. Mas la mayoría de las cosas que necesito para sobrevivir están alrededor de mi casita, en mi propio quintal. Aunque soy vegetariana tengo vacas y gallinas porque necesito compañía y además me gusta estar cerca de las creaciones divinas. Mas los animales no son mi propiedad, por lo tanto ellos pueden ir y venir cuando quieran, pero generalmente ellos se quedan junto a mí. Allí, en la montaña donde vivo tengo todo que necesito, el aire para respirar, el sol para calentar los días fríos, los animales que me hacen compañía, y el horizonte que me demuestra todos los días la grandeza divina. Para mí que vivo allí, te aseguro que ninguna caída de la tarde es igual a la otra y ningún amanecer es mejor que el otro. Soy la persona más feliz del mundo porque fui una de los pocos escogidos para presenciar diariamente las dádivas del universo. No hay nada que me satisface más que presenciar la simplicidad de la vida, de ver más adentro de las cosas que muchos dan por sentado. Aquí, en el borde del precipicio me siento todos los días y contemplo la naturaleza, la creación divina, donde el sol se ha tornado mi conocido, donde el viento es mi vecino, donde el día es mi amigo y la noche mi amante.

      Sin embargo sé que no vivo en Tíbet, que no soy una monja, pero si yo pudiera escoger otra vida sin duda yo sería una monja en algún lugar bien lejos de la civilización. Me encantaría vivir en silencio, junto a la naturaleza, apreciando lo divino todos los días de mi vida.




vol. 7 (2010)
vol. 7 (2010)
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