Katherine
López, '13
Mi "supuesta" lengua materna
Cuando estaba
pensando en estudiar en el extranjero por un año, no fue difícil
elegir un lugar. Sabía desde el principio que quería ir a
España. Quería experimentar una cultura completamente diferente
de la mía que también era parte de los orígenes de mis
antecedentes. Aunque no sé mucho sobre mi pasado, un día estaba
con mi padre en la República Dominicana y nos encontramos con unos
familiares que hablaron de cómo la familia de él llegó a
la República Dominicana de España en el siglo veinte. Aunque
elegí a España con esta idea de conocer más sobre mi
pasado desde una perspectiva cultural, también la elegí por la
lengua oficial: el español. Al especializarme en español y con el
español siendo mi lengua materna, pensaba que sería muy
fácil comunicarme con otras personas. ¡Qué equivocada
estaba al pensar que no iba a tener problemas con la lengua!
¿Quién diría que una persona que se crió con el
español siendo su lengua materna y que lo había hablado toda su
vida iba a ir a España y se iba a dudar cada vez que hablaba "su
lengua?" Algo que aprendí muy rápidamente al estar allí es
que en las ciudades pequeñas, especialmente como A Coruña, si no
hablas, si no te vistes y si no te pareces a los demás, es algo que se
nota rápidamente. Por ser una cultura muy directa, no pierden tiempo en
decírtelo. En muchas ocasiones me sentía afectada por esta
cultura tan directa, pero solamente al hablar. Cuando estaba en la casa de mi
familia española, siempre me corregían cuando algo estaba "mal
dicho." En realidad no estaba "mal dicho," sino que era una forma diferente de
expresarme, así como me enseñaron mis padres dominicanos. Por
ejemplo, en Coruña ellos dicen que no quieren "nada más" mientras
que yo no quiero "más nada" o "ma'na."
El siempre
corregirme en cosas que no necesariamente eran mal dichas, sino que eran
diferentes, me hizo dudar de mis habilidades cada vez que hablaba con otra
persona española. Nunca me había sentido tan ofendida como el
día que conocí a un chico en un bar. Estábamos hablando
sobre las diferencias entre los Estados Unidos y España. Comencé
a decirle "por ejemplo, en los Estados Unidos" cuando de repente me paró
y me dijo, "No, no se dice por ejemplo, se dice por ejemplo" (en Coruña
la j tiene una pronunciación muy fuerte comparada con la mía y la
mayoría de Latinoamérica). Después, el chico
continuó diciendo, "Es la forma más correcta del español."
Al oír estas palabras salir de su boca, mi mirada lo dijo todo. Me
enojé tanto que sólo le pude preguntar, "¿Entendiste lo
que quería decir?" Cuando él me contestó que sí, le
dije, "Pues, de donde yo soy, así es que se dice. Y si tu me entendiste,
entonces ¿cuál es el problema?" El chico se quedó
callado.
Al estar en
España por un año, aprendí mucho sobre la cultura y la
lengua, frases nuevas y hasta un léxico nuevo. Aunque me costó
tiempo ajustarme, aprendí que no dicen las cosas por hacerte
daño, sino porque es lo único que conocen. Aunque ese chico me
enojó tanto, al final Coruña es lo único que él
conocía. A veces era frustrante, a veces me enojaba, a veces me dudaba
de mí misma y a veces quería escapar, pero creo que todas estas
emociones combinadas con todo lo bueno y lo diferente de España y
Europa, completaron un año único. |