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Esthefany Cepeda, '14


Dominicana with a Twist

     Yo soy dominicana. Lo sé porque sé que mi madre es dominicana y sus padres también. Sé que soy dominicana porque me gusta el merengue y no puedo escuchar bachata sin bailar. Me encanta el chimichurri. El nombre Trujillo me da escalofríos, y la valentía de las hermanas Mirabal me inspira. Siento mi dominicanez en mi lengua, que vibra como un tambor y truena cuando mezcla palabras españolas con sonidos africanos y ritmo taino. Sé que soy dominicana porque cuando llega el 27 de febrero, me pongo feliz y celebro la independencia. Porque crecí en un bohío con mucha mata de coco, comiendo caña. Soy dominicana porque cuando hablo inglés me preguntan: "Where are you from?" y entonces recuerdo que soy una inmigrante.

     Cuando hablo castellano, tengo un acento y siempre olvido palabras. Tantas que muchas veces cuando hablo con mi mamá me siento gringa. Ajena a mi lengua nativa… ¿como eh eso? Aunque celebre la independencia con mucho fulgor, sé más sobre George Washington que sobre Juan Pablo Duarte. Mi tía me dice que con mi morro de gandules y pollo guisado me puedo casar, pero la mayoría del tiempo como pizza o sándwiches. Entonces, ¿dominicana de qué?

     Yo, una dominicanita de pura cepa, termino estando entre dos identidades. Cada una ajena en su propio sentido. El año pasado me hice ciudadana de los Estados Unidos. Recuerdo cuando mandé la solicitud a la oficina. Todos alrededor mío, mi familia especialmente, estaban muy nerviosos. Yo, por otro lado, no podía contener mi arrogancia, y me preguntaba por qué tenía que mandar la solicitud. Había vivido en este país desde los nueve años. Aquí había ido a la escuela, trabajado, pagado impuestos. Sin embargo, para el servicio de inmigración a mí y a otros en mi situación se nos otorgó una bienvenida limitada, como "Alien resident." Como la visita que llega a la casa y que sientan en el patio, eso es (en palabras de mi abuela) de mala educación. Unos meses después de recibir mi nuevo estatus de ciudadana fui a Santo Domingo a visitar a mi familia, especialmente a mi madre, abuelos y hermanitos que todavía viven allá. Para ellos era un orgullo tener una hija que era ciudadana americana. Después de los muchos besos, lágrimas y abrazos, mi abuela tomó en sus manitas el pasaporte azul y lo puso a buen recaudo en su aposento, para que nunca se perdiera.

     Mi historia es solo un ejemplo de las implicaciones que tienen los sistemas sociopolíticos, las ideologías y las actitudes negativas en la experiencia inmigrante. Por eso admiro tanto a la gran Gloria Anzaldúa, que usa su herencia mexicana (además de su identidad sexual) como punto de partida para presentar el concepto de la mezcla o identidad híbrida. Liberándonos de los limites de dos o más identidades. Para mí, la ambigüedad de pertenecer a dos mundos y a ninguno a la vez se fue aclarando a través de este nuevo concepto de hibridez. Allí nació "dominicana with a twist," mi propia afirmación de ser mujer y dominicana, pero algo más o menos que eso. Esta frase representa, con la cadencia del spanglish, la metáfora de mi pelo rizado y las diversas experiencias y oportunidades que me han formado.

     Dominicana with a twist y la necesidad de integrar mis identidades, no algo que siempre queda conforme a las formas estáticas de la sociedad. Recuerdo cuando estaba en Sudamérica. Estaba conversando con un amigo que muy rápido pasó a ser enemigo total. Casualmente, le conté que todavía me consideraba dominicana, a pesar de haber vivido la mitad de mi vida en los EEUU. Él me dijo fríamente que no era dominicana, sino yankee. Para hacer una demostración, puso su dedo contra la pieza de metal que sostiene la puerta de la nevera y me dijo: "Si hablas español, dime cómo se llama esto." La verdad es que no sabía la palabra ni en inglés ni en español ni en chino, y como los nervios me atacaban, empecé a olvidar lo que iba a decir en español y recurrí al inglés. Todo esto corroboraba la hipótesis del sofisticado lingüista y antropólogo que estaba frente a mí de que yo no era dominicana. Después de que se me bajó la cólera y la frustración, pude ver que mi identidad sería vulnerable a tales encuentros y que tomaría mucho esfuerzo y determinación estar orgullosa de ser dominicana with a twist.

     Varios amigos me han preguntado si yo sueño en inglés o en español. Nunca puedo contestar; la verdad es que no lo sé. Es posible que sueñe en los dos al mismo tiempo o en una mezcla que refleja la hibridez de mi identidad. Lo que sé con certeza es que sueño en un día sentirme cómoda diciendo que sí soy dominicana. Sin embargo, vivo en Boston, hablo spanglish y de vez en cuando como hamburguesas en vez de arroz.




vol. 11 (2014)
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