Dan Clavin,
'12
Todo empezó
con un email. "Congratulations! You have been placed into the Monserrat
seminar Perspectives on Spain with Professor Cibreiro". Éramos cobayas,
miembros de la promoción del 2012, y los primeros participantes en el
programa de Montserrat. Nunca hubiese imaginado por aquel entonces el rumbo que
iba a tomar mi vida.
Como un buen
freshman, fui a mi primera clase de la universidad en el otoño del 2008
sabiendo muy poco sobre la vida y preguntándome por qué me
había tocado un curso obligatorio sobre España. Y sin embargo,
seis años más tarde, aquí estoy, en primavera, con casi
tres años de vida en España a mis
espaldas.
Las clases con la profesora
Cibreiro resultaron ser una exploración de un mundo que para mí
era bastante nuevo, un mundo de palabras y de poesía, de pinturas y de
películas que nos sumergieron en España y su cultura, vista tanto
desde fuera como desde dentro. Todo lo que aprendimos en Monserrat
constituyó la base de mi conocimiento de la literatura, del arte y de la
mentalidad española. Cuando fui al país por primera vez en agosto
del 2010, de repente, todo lo que había estudiado, leído y
analizado en mis clases se manifestó en mi día a día en
León: en la universidad, en casa, en el barrio húmedo; toda la
información que en clase era abstracta se hizo cotidiana y muy tangible.
Tal vez, en León, llegué a entender un poco de esa realidad
española que hasta entonces solo estaba hecha de palabras.
De vuelta a "la Colina" (the
Hill), ya muy lejos de España y de lo que había sido mi vida
el año anterior, la profesora Cibreiro me ofreció realizar
prácticas en el departamento de español, que yo acepté sin
pensármelo dos veces. Las prácticas consistían en
transcribir entrevistas y recopilar artículos sobre autoras
españolas y latinoamericanas de temas globales tales como el
género, la violencia y el medio ambiente. Este trabajo tan
práctico me hizo volver a conectar con la lengua hablada que tanto
había utilizado durante mi estancia en León. En el departamento
de español compaginaba teoría en el aula con práctica en
el despacho, colaborando con la profesora. Lo que hizo este trabajo aún
más emocionante y real fue saber que se convertiría en un libro
que sería posteriormente publicado.
La tarea más interesante durante
mi colaboración con la profesora Cibreiro fue la transcripción de
una entrevista entre ella y Rosa Montero, una conocida periodista y escritora
española. Al principio, el trabajo me resultó bastante
difícil: casi una hora entera de un español tan rápido y
tan hermosamente transmitido por el personaje de Rosa Montero. Yo tenía
que escuchar eso y encima entenderlodos cosas muy distintasantes de
transcribirlo para que quedase natural pero organizado. Podéis imaginar
cómo era intentar comprender las bonitas palabras, seleccionadas
meticulosamente de esta renombrada escritora: pues muy poco fácil. Aun
así, con la ayuda de la profesora, empecé a comprender las
expresiones más coloquiales y las imágenes más
poéticas que la autora verbalizó durante la entrevista en su piso
madrileño. De repente, ya no me encontraba en Stein 4, ni en Worcester,
sino muy lejos de la nieve. Estaba en Madrid, escuchando la voz de una mujer
que, con ligereza y naturalidad, hacía danzar sus palabras, mientras
afuera, en las calles de la capital, la vida rugía a su
ritmo.
Aprendí en esta época
cuánto me gusta transcribir -no me miréis así, soy de
letras- o más bien, cómo me gusta escuchar a la gente hablar,
expresándose suavemente y naturalmente. Después, me
encantó poner esas palabras, sonidos e incluso tartamudeos de la gente
por escrito. Esta conversación, una vez transcrita, bien pudiera ser el
diálogo de una novela, el intercambio entre dos personajes de
ficción, pero, en este caso, muy reales. Este trabajo me fue muy
útil para practicar y refrescar el español tal como lo hablan los
nativos, repleto de un vocabulario rico y de expresiones coloquiales que
resonaban mientras trabajaba, incluso en mi habitación en Caro Street.
De vuelta a España, me di cuenta
de que había ganado una inestimable experiencia durante esos meses
trabajando con la profesora Cibreiro. Ahora, en mi día a día,
cuando utilizo todo el vocabulario y conocimiento cultural que adquirí
en Holy Cross, soy consciente de lo bien preparados que salimos para encarar
las fronteras físicas, lingüísticas y culturales que existen
entre los EEUU y España. Pero mientras antes nos enseñaban en el
aula, hoy en día soy pupilo de la vida.
Aprendo mucho escuchando a la gente.
Cuando estudias un idioma extranjero, sacas un montón de
información por cómo se expresa un hablante nativo:
entonación, dichos populares, pronunciación y un uso natural que
no puedes aprender en un libro de texto. Tanto escuchar me permite imitar, y
hasta ahora parece que es este imitar el que me ayuda a encontrar mi propia voz
española.
Todo empezó con
un email, y luego con un curso en el cual la profesora Cibreiro confirmó
mi obsesión por todo lo relacionado con España. Mi carrera
universitaria culminó con otro seminario con ella, llamado Body and
Text: Representation of Gender in Modern Spanish Literature. Estudiamos la
"palabra de mujer" a través de escritoras como Emilia Pardo
Bazán, una gallega cuya obra todavía pervive en Galicia, tierra
de procedencia de la profesora e as mesmas terras que tamén
coñezo hoxe como o meu fogar. Son tierras matriarcales donde la
mujertanto dentro de la casa como fuerajuega un papel esencial, a
diferencia de otras regiones de España donde la situación es
históricamente diferente.
Gracias
a la educación que recibí durante mi colaboración dentro y
fuera del aula con la profesora Cibreiro, tengo la capacidad de vivir de manera
muy cómoda en España, entendiendo la forma de vida y las culturas
de los españoles y, aunque sea con ojos extranjeros, es con
corazón muy nativo. |