Margalida
Massanet Andreu, FLA (Mallorca)
13 Septiembre 2014
De y para Irene. E.M.
Estaba nublado, al
menos en mi mirada; llovía dentro de mis ojos y todo sabía a
despedida. En cada abrazo dejaba la promesa de volver y en mi boca el sabor
amargo de un adiós. Y es que después de tanto, duele quedarse con
tan poco. Y el miedo a que el mundo se vuelva loco cuando tú no
estés aparece de nuevo. Miedo a que algo se estropee y tú no
puedas hacer nada; porque cuando se está demasiado lejos, no hay nada
que puedas hacer. Solo queda la impotencia y la preocupación y ese
anhelo de que todo salga bien en tu ausencia. Pero hay que volar, como esos
globos lanzados al aire llenos de deseos y agradecimientos. Porque a pesar de
todo puedo dar las gracias por la suerte que hemos tenido. Y me voy sabiendo
que una sonrisa vale más que todo el oro del mundo y que no hay nada
mejor que despertar y ver a mi madre en casa. Pero cada uno coge su camino,
aunque no todos llevan a Mallorca. La suerte es que siempre se puede volver,
que estás a un golpe de avión. Y sabes que un adiós es un
hasta pronto, pero aún así te pierdes sus pasos de gigante en
esta vida de titanes. Y aunque la distancia no sea un impedimento, a veces toca
un poco la moral. Porque los abrazos vía e-mail no llegan del todo bien
a su destino. Y a veces, un abrazo, es lo único que uno necesita en esos
días que el gris se vuelve tu color favorito. Pero bueno, por suerte,
siempre nos quedará Skype. Fins
aviat. |