An Korina
López Gámez (México)
Resignarme
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A la memoria del Lic. en veterinaria
César
Morales Ángeles. |
No tengo la fuerza y el valor deseado para
comprender el porqué. Sólo hay rabia y resentimiento, en
este lugar vacío y oblicuo. Es fácil y gracioso oír a
la gente decir: lo siento mucho, comparto su dolor y... todas esas
estúpidas frases de consuelo para los dolientes, sin sentido.
Cuando yo, una persona arbitraria sin
resignación y consuelo, escucho todas esas resonancias de
consuelo en el día de luto, me subrayo en la mente
que... Sólo me queda repetir sin miedo: maldita MUERTE, que
vienes cada soleada tarde, tú eres mi más amarga
sinfonía, con tus pasos cabrestos y fatídicos desvaneces
mis días tranquilos, se vuelven recuerdo de la noche llorosa.
Sí, ese sentimiento olvidado es ahora
caras lagrimosas y rojas, por tu pasar a nuestro lado, en los sucesos de
ese ataque al ser que llegaste a sonreírle a las 4:00 pm, del
segundo lunes del tercer mes del año. Nos trajiste tu tarjeta de
presentación de vuelta a los condolientes, para no olvidarnos de
tu aliento embustero con el que robas suspiro a los humanos.
Un par de mujeres enlutadas, lloran a cada
misterio pronunciado por el descanso eterno del alma del joven difunto,
ante tanto cansancio en mi cuerpo, sólo me queda repetir sin
miedo: Maldita DESGRACIADA.
Llegaste de nuevo a la puerta de la
habitación de paredes blancas para hacerme recordar cómo no
pude decir adiós por segunda ocasión. En mi cabeza resonaba el
quejar de los familiares, amigos y compañeros de universidad, por
la agonía y descanso del muchacho digno, metido en un ataúd
café, con su uniforme blanco.
Mi mente grita ante cada rostro, lo que antes
no pude decir: Perdón por mi error del primer día de la
semana, Perdón por mi silencio oculto en el pasillo, Perdón
por confiar en la ciencia humana, Perdón por no entrar y justificar
mi conciencia, Perdón por mi alma. Sólo me queda repetir
sin miedo: Te ODIO MALDITA. Por haberme sacado el ser en dos como hace
836 madrugadas.
Hoy te tengo frente a mí, rondando la
caja con un cuerpo sin movimiento y a punto de estallar de
sangre con la tierra que irá a caer sobre su pedazo de suelo en
el rincón de los muertos. Somos carne y huesos, y en polvo nos
convertiremos, repite el sacerdote en la misa de cuerpo presente sin
darse cuenta de que al final nos quedamos con recuerdos mediocres en la
mente, los cuales se irán con la sonrisa y alegría del
amanecer cansado del aquel día.
Con los años el polvo se
confundirá con la hierba violenta del recinto obsoleto donde se les
deja a los muertos envueltos de dolor divino, porque ahora ellos son
parte de Dios. Sí, ese Dios es eterno porque no enseña a
mirar la muerte como parte de él. La realidad es que la
veo como el desprendimiento del amigo, compañero, vecino, hijo y
hermano llevado en el auto oscuro, hacia su refugio de la vida.
No pude abrazarte para no dejarte solo, en
ese espacio de tierra húmeda y gris con la cual te cubrieron,
antes de mi tardía llegada a tu nueva morada.
Me despido nueve días al llevar la cruz,
con la cual te podremos identificar, al momento de regresar cada
día 15 del mes, para saludarte y repetir que todos estamos bien,
con la única esperanza de volverte a ver, en la otra vida o
quizás en algún momento nos volvamos pensar juntos, como en
los años escolares, sin saber lo del veneno en tu sangre, que se
metió desde la cabeza hasta tu piel para acabar en un
estruendo salpicar de líquidos en la cama de hospital.
Sólo me queda repetir sin miedo: los
volveré a ver, a los acaecidos de mi larga vida terrenal sin
miedo a la MUERTE CIEGA. La besaré por ser mi pasión
humana donde deshago mi mente de mujer.
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