Rocío
Oré Vásquez (Perú)
1938
Escribo desde hace
seis años: Allá cuando la edad se me hacía
contemporánea, donde mi padre era el único ejemplo de hombre que
debía seguir, cuando mi madre me hablaba como la mejor amiga que es y
donde mis hermanos sentábanse a la mesa, engullendo ágiles
algún plato de comida ligera. Era ya de invierno cuando conseguí
mi primer trabajo, de verano cuando el primer beso me sonrió. Mi madre
me tuvo algo más de nueve meses en su vientre. Supongo que sufrió
mucho conmigo, jamás he sido fácil de ver, tolerar o de llevar.
Me miro al espejo en los últimos años más que en los
primeros tiempos que acompañaron mi adolescencia. En la escuela no fui
ni feliz ni triste. Mis escasos reconocimientos estaban hechos de diplomas,
medallas y puestos
En la secundaria me enamoré por vez primera, un
amor tranquilo, sin embargo. Comencé a leer con avidez a edad muy
tierna, pero con cierta insensatez hacia mi primera quincena de años. La
música comenzó a llenar mis pulmones, y vivía de las
migajas del tiempo, los pocos amigos, la lluvia de ideas, y las conversaciones
con mi abuela. Me aburría perder tantas horas en la escuela sin hacer
nada. Por ese entonces, me dediqué a entablar conversaciones con todos
los muchachos en mi escuela. Sin sorpresas, terminé siendo la jovencita
más odiada por todas las muchachas. Yo me aburría mucho con
ellas. Ropa, zapatos, peso, medidas, color de cabello y color de piel.
Creí que eso terminaría con la escuela. Lamentablemente, mi
suerte estaba echada, como comprendería en los años
siguientes
aunque he sabido llevarlo con más buen ánimo
supongo
Escribo, mas no
sé escribir. Así como hablo y estudio sin saber hacerlo,
así como pienso sin saber si pienso acaso. Cuando llega la noche soy un
ser inanimado, lleno de recuerdos. Mis manos escriben ligeras y se pierden en
el pasado de los días, de las horas
se pierden en la soledad de
mis líneas, en la contemplación de esos propios anhelos que a
veces me hacen feliz y a veces llorar. Bailo, sin más
compañía que el tiempo, y soy feliz en mi propio camino. Soy
egoísta por antonomasia y circunspecta en la casualidad. Los colores me
evocan alegrías. Una lágrima: la felicidad. Puedo hablar por
horas con una sola mirada, soy mujer y papel, soy libro y final. Soy el vagido
mudo en el alma de un solo hombre, soy la hoja que marchita en otoño, la
flor que nace en primavera, el rocío del verano, y el invierno de aquel
enero
Los recuerdos son el tronco de mis días.
Lamentablemente
La mayor parte de
gente ya ha cambiado. El germen de sus días lo han formado la casualidad
y la inmediatez del tiempo. Se me han ido tantas personas que he querido
tanto
mi padre ha encanecido y mi madre ha vuelto a despertar. Me
ausenté de la vida mientras iba recorriendo el mundo sin saber, y en
esos cinco años lloré, esperé, desesperé y
morí. Volví a cantar cuando la tarde caía, cuando pensaba
en ese ayer lejano, en ese ayer en que el sol se reflejaba escondido tras de la
luna y cuando el mar aferraba su cintura a la soledad
Mi infancia fue
alegre y solitaria, llena de voces extrañas, de árboles, de
animales, de carencias y de rostros y nombres que ya no recuerdo. Las canciones
de los tiempos de mis padres se guardaban en mi mente, y con ellas, la simpleza
de una generación con la que conviví sin querer.
Defectos todos,
virtudes ciegas. Miro desconfiada a la muerte. No guardo secretos, pero tampoco
los celebro. Encanto pasear en bicicleta, ver el día cerrar. Odio lo
complejo porque no lo entiendo, amo mi voz y mi pensamiento, mi alma. Mi fuerza
es mi propia fe, mi egoísmo es mi propia batalla. Río,
sonrío, duermo. Amo, y al día siguiente odio. Lloro. Reniego.
En fin, como
alguien decía por allí, somos tan pequeños en cada
detalle, y a veces no queremos ver, ni existir
¤ ¤ ¤
Mal sueño
Mi cuerpo se iba
tornando azul lívido e inerte. Esa primera vez te escuché llorar,
empozando en mi pecho tus lágrimas, recordando un imposible que nunca
existió. Empuñaste sin fuerzas tu furia en la arena. Aquella
tarde el viento soplaba gigante y avorazado, y envolvía el eco de tu
llanto, cortando en haces el rostro que había de llevarme en mi
último suspiro. En silencio, juro que sentí tus labios susurrarme
al oído
Regresa.
Abriste mi blusa,
descubriste mi pecho. Apoyaste tu rostro frío y húmedo en mis
senos, y quedaste dormido, como lo solías hacer cuando me tenías
a tu lado. Y lo volvías a hacer, pensando quizás en que
algún día volvería a ti, a llenarte de iras y
alegrías
sin poder entender nada, pero junto a ti
tus
lágrimas caían gruesas y copiosas sobre mi pecho...
Ya era de noche, y
las gaviotas regresaban en tropel al mar
¤ ¤ ¤
Habitación
Mi
habitación es el lugar más querido en cualquier lugar donde me
toque vivir. Sin monstruos debajo de la cama. Cuando miro hacia el techo, una
suerte de filosofía está inmersa en ese blanco sin fin. Las
cortinas me ocultan de un sol mañanero tristemente recordado en
invierno.
Si es un
día alegre me levanto con mucho ánimo y me lleno de
energía. Enciendo la radio y empiezo a revolcarme en la cama, a
desperezarme, a levantarme y conforme crece la música muevo mis caderas
de lado a lado, de izquierda a derecha, tictac, tictac
empiezo a saltar y
la radio sigue sonando, y mientras la música se agita, mis pechos
alborozados entre el cielo y la gravedad comienzan a llenarse de júbilo.
Mi sonrisa llega al cielo, mis cabellos juegan y me embelesan en una
armonía sin fin. Comienzo a brincar como un ciervo suelto en medio de un
bosque verde y virgen, mis pies se mueven a mi ritmo, a la música de mi
juventud y mi gloria, allí todo es perfecto, es mágico, es real.
Esa furia que llena mi sangre, ese poder que nace de lo simple, ese son
renaciente de correr sin parar y dejarse llevar en el sendero
vaya
Me dejo llevar en
ese mar precioso que poseen las islas de mi energía. Perfecto, un cien,
un tropel de ideas me consumen, la voz se me queda ronca de tanto cantar. Ese
es un día de fiesta que celebro siempre que quiero. Como hoy.
Cuando entra la
noche, ya viejita y avanzada, todo es pausa. Selecciono de entre mis lecturas,
alguna que sea simple y entretenida, dejo los papeles y anotaciones a un lado,
olvido las notas y los encargos. Suave deslizo el cierre de las botas, de lado
a lado. Mis caderas caen suaves a la cama, me siento, y mientras dejo caer las
botas al suelo una a una, mis medias de seda recorren su mismo y acostumbrado
camino. Las guardo en el cajón del ropero. Dejo caer mi pantalón
al borde de la cama. Enciendo la radio y luego la luz de la lámpara.
Tiendo mi cuerpo tirano en las suaves sábanas salpicadas de rosas,
enciendo una vela y me quito el abrigo. Un halo suave de frío me recorre
los brazos. Echada, con la mirada al cielo - quizás mirando al mundo en
realidad - pienso en lo que fue del día. El eco de las últimas
charlas del día se cuela en el silencio meditabundo cercana la
medianoche. Mis manos crueles me llevan a construir alguna que otra idea que me
acompañará al día siguiente. Mi pecho se cierra en
algún suspiro bribón en la melancolía. Aún
sola, me digo. Un aire a desesperanza me irradia soledad. Mis pies
fríos se entumencen. Recojo mis piernas, las cruzo. Mi mente se va
lejos, hacia donde sólo se le ocurre ir cada vez que la quimera y
acostumbrada sensación de soledad me lleva. Regreso. El reloj me dice
que ya se fue media hora más, pensando en todo y nada. Me incorporo,
termino de quitarme toda la ropa que vestí durante el día. Mi
ropa interior calza perfecta sobre mis caderas
sonrío, me miro al
espejo, ¡ajá! ¡Qué mujer tan coqueta!
Sus
cabellos largos, su sonrisa a medio suspirar
Esa poesía que
encierra en sus ojos traviesos que parecieran hablar sin pronunciar palabra. Me
acerco al escritorio, abro el cajón, busco alguna
fotografía
; al encontrarla, la miro, la recuerdo, me pongo
detrás de ese espacio, en frente, al costado de las personas allí
presentes
Regreso a mi cama, me recuesto como todos los días, como
el pequeño ser que aún soy, inerte, débil a veces. Una tos
invariable me cierra el pecho, la nariz inusualmente fría y
pequeña
me abrigo hasta el cuello. Acerco la lámpara, abro
el libro
Para un
buen camarada no sólo no me duele dar el último tabaco, sino que,
si llegara el caso, tampoco me dolería sacrificar la última gota
de sangre Y tú eres un camarada de los buenos, y un soldado estupendo,
no huyes de los tanques, manejas bien la bayoneta y peleas con rabia y hasta
que no puedes mas. Y yo aprecio con pasión a los que no son indiferentes
y pelean hasta las últimas fuerzas; una vez ajustada la faena, aprieta
hasta el final victorioso; con el frío trabajo a jornal aquí no
sales adelante. Así que fuma, a tu salud. Y además ¿sabes
lo que te digo? No te ofendas por mis bromas, quizá ellas me ayudan a
vivir y pelear, ¿no lo sabes? ¹ |
Leo un par de
líneas más
Cae la noche, mis ojos empiezan a cerrarse.
Junto el libro a mi pecho, lo cierro, lo dejo cerca de la lámpara.
Apenas y he empezado a soñar, con la luz apagada ya, y el
teléfono suena. Veo que es alguien como yo
Cuando esa voz se ha
marchado ya la mañana va a entrar. Deseo con todas mis fuerzas
descansar, y no puedo. La alarma suena ya, debo empezar junto con el
día.
Es curioso, de
todas las cosas que mi habitación encierra, es más el fresco de
la vida, del desaliento, de la belleza o juventud, de lo simple, de la rabia o
la melancolía, de la travesura, de la inspiración, la inventiva o
la conturbación, de la duda, del futuro, del miedo, de la soledad
es mi habitación el lugar donde quisiera morir realmente, es el lugar
donde se encuentran en silencio la cobardía y la música de mi
ajena libertad
Empieza el
día, un nuevo reto, una rutina acostumbrada o la luz de un nuevo
deseo
¡Qué distinta sed y a qué imposible
deseará mi corazón acercarse!
¹ Mijail Sholojov. Lucharon por la
patria (1983)
¤ ¤ ¤
Hipocresía
La vida se va
rápido y otras veces se va por irse, sin sentirla, sin vivirla
realmente
la vida se escapa como un resoplido en la barbarie del smog y
la influenza
la vida se va en un beso o en una lágrima, en el
recuerdo y en la soledad. Así se va a veces la vida, sin sentirla como
ya he dicho, sin sentirla. Se cuela en un retrato, en un abrir y cerrar de
ojos. La vida se ha ido de ti hace ya dos años, pero no se va completa.
Simplemente está contigo porque la llevas a tu antojo.
¡Dos
años ya, y mirémonos! Somos aún nuestra propia sombra,
personas sedientas y bárbaramente distintas, raras, silenciosas,
solitarias a su manera, alegres en el desafío, soberbios en un latir que
nos lleva a conocer, a aprender, a querer mas, sintiéndose mas que el
resto. ¿Qué somos, ángeles o demonios? Lo ignoro. Lo
ignoro por completo. Quizás pícaras almitas que aún se
divierten en la inmensidad de la vida
Sin embargo,
ésta no es una carta de amor.
Las cartas de amor
se tergiversan al antojo del amante, se llenan de dimes y diretes, de falsos
orgullos y deseos y pasión desenfrenada, las cartas de amor en un
sentido lato no son castas ni puras. Son una sensación puesta al papel,
no son reales... el ser amado llega a ser dios y, de pronto, la alegoría
a la hipocresía tierna pero hipócrita a fin de
cuentas nace en sendos te amos, te adoros, y un común de frases
copiadas de inspiración ajena terminan diciendo nada, pero pareciendo
revelar algo y sentirlo todo.
Y es que amar es
un sentir...
Puedo ser
hipócrita hoy (según entiendo la hipocresía desde el amor)
y decirte que eres el único hombre que amaré. Puedo, sin
quererlo, hacerte sentir mal y culpable por destruir y hacer añicos el
corazón de esta pobre alma. Pero no seré hipócrita.
No queriendo ser
hipócrita, no tengo mucho que decir. Admiro tu temple, admiro tus
palabras y tu voz que contaba esas historias por el teléfono hoy ya
mudo, admiro al hombre por encima del joven inmaduro, admiro la obra de sus
manos, la inteligencia y su sabiduría medida, hasta adoro ese
pícaro sentido del humor, y su ceño fruncido. Admiro varias cosas
que este hombre volverá a escuchar en el recuerdo, cuando yo aún
era niña y le decía todo aquello cuanto sentía. Pero ya
voy creciendo y entonces debo irme con cuidado. Te debo mucho, y tú
también a mí.
Y con esta
realidad que me une a ti por afinidad, por semejanza, por particularidad me
despido.
Adiós.
Sábado, 17
de mayo de 2003
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