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Rocío Fuentes


Breve recuento de la educación indígena en México

     Es difícil entender lo que vivieron los testigos del llamado "descubrimiento" de América en el año de 1492, pero quizás podemos usar una metáfora bastante trillada en el género de la ciencia ficción: Imaginemos una nave espacial que aterriza en medio de la calle. Sus tripulantes son extraños físicamente, aunque parecen humanos. Sin embargo, lo que causa más sorpresa (y exasperación) es la incapacidad de comunicarse, ya que nuestros lenguajes son mutuamente incomprensibles.

     Posiblemente, la reacción de los extraterrestres sea aprender nuestra lengua y nuestas costumbres, o como sucedió en el caso de las Américas, se conquiste al "otro" y se intente eliminar su identidad cultural. Efectivamente, el descubrimiento y la posterior colonización del contienente que hoy es América inició el largo proceso que resultaría en una nueva cultura, nuevas estructuras sociales y la lenta muerte de las lenguas y culturas indígenas.

     Los lingüistas no están seguros del número de lenguas que existían antes de la llegada de los conquistadores debido a la ausencia de registros, pero las lenguas que todavía existen nos pueden dar una idea de la enorme variedad que había hace quinientos años. Por ejemplo, en México podemos encontrar 75 lenguas indígenas que son habladas por alrededor de diez millones de habitantes. Paradójicamente, la conquista también produjo los mecanismos que harían posible la preservación y la expansión de lenguas indígenas mayores, como lo eran el náhuatl en México y el quéchua en los antiguos territorios del imperio inca. En su afán de fundar una utopia cristiana en las tierras del nuevo mundo, los frailes que comenzaron el proceso de evangelización decidieron hacerlo en las lenguas nativas, con la doble intención de evitar el contacto entre los indígenas y los europeos-para prevenir la contaminación de la pureza moral de los aborígenes-y también como una forma de facilitar la penetración lingüística y cultural.

     De esta manera, nacieron los primeros proyectos educativos dirigidos a las poblaciones indígenas. A lo largo de los siglos, escuelas dedicadas a los indios-como la de Santa Cruz de Tlatelolco en México-abrieron sus puertas para evangelizar, enseñar latín y español a la élite indígena, pero también para crear gramáticas y materiales de instrucción en la lengua de los estudiantes.

     El protectorado de la iglesia católica también ayudó a la creación de leyes que preservaban las formas básicas de producción de la cultura indígena (i.e., la protección de sus tierras), lo que a su vez facilitó su reproducción cultural y linguística. La postura de la iglesia durante los tres siglos de la colonia, a pesar de la oposición de la corona española, favoreció la preservación de las lenguas indígenas en contra de la castellanización. Ya sea por verdadera convicción, por intereses económicos, falta de recursos humanos o por negligencia, la iglesia contribuyó a crear zonas de refugio en las cuales las lenguas pudieron sobrevivir.

     Paradójicamente, los privilegios otorgados por la iglesia desaparecieron en el siglo XIX, bajo una nueva forma de gobierno que intentaba eliminar las antiguas estructuras sociales de la colonia. La nueva República mexicana desapareció los fueros de la colonia y eliminó de un plumazo las formas de subsistencia de los indígenas (i.e., propiedad comunal de la tierra), e incluso borró la mera existencia de los mismos: El indio dejó de tener la identidad legal y social diferenciada otorgada por el gobierno colonial para volverse un ciudadano como todos los demás, con todas las obligaciones, pero ninguno de los privilegios. Al igual que las mujeres, los indígenas se consideraban ciudadanos de segunda clase, a los cuales había que civilizar a través de la enseñanza del español, la lectura y la escritura, y controlar a través de la instrucción en la nueva moral republicana. El indígena, elemento del pasado, debía ser eliminado por medio de la educación (y en algunos casos de la eugenesia) para que México avanzara en el progreso.

     Las formas de progreso deseado por la nueva República Mexicana seguían modelos europeos, en donde la unidad de la nación era un requisito indispensable para alcanzar cualquier avance. La unidad nacional se entendía como la uniformidad étnica, lingüística y cultural de la población, por lo que era necesario desaparecer la existencia de lo indígena, que se materializaba principalmente en la diversidad lingüística.

     Las ideas de civilización y barbarie, progreso y atraso se mantuvieron en la educación indígena del siglo XIX, e incluso en la primera década del siglo XX. La Revolución Mexicana de 1910, retoma estas ideas pero las ajusta al Discurso social revolucionario y redentor de las masas obreras y campesinas. La imagen del indio embrutecido por la colonización y la religión, se dignifica al pasar a ser la base de la nación: las razas indígenas que en todo su esplendor se mezclaron con los españoles para formar al mestizo. La idea del mestizaje, es decir la combinación de las razas blanca e indígena, provee un espacio discursivo en la que las diferencias sociales, étnicas, de género y económicas son sobrepasadas en favor de la igualdad concedida por el origen compartido del mestizaje. Otra vez, el indio deja de serlo para volverse un ciudadano mestizo, como el resto de sus conacionales.

     Los proyectos educativos de la Revolución mexicana dirigidos hacia los grupos indígenas comparten el objetivo de modernizar al indio para volverlo un ciudadano productivo. Esta modernización tendría que ser alcanzada por medio de la enseñanza del español, como primer paso. Contradictoriamente, la ideología de la Revolución Mexicana intenta rescatar al indígena, pero al mismo tiempo, ataca las bases de su cultura y su lengua a través de la educación formal controlada por el Estado mexicano. Precisamente, los primeros programas masivos de educación indígena-monolingüe en español-fueron implementados durante las décadas que siguieron a la consolidación de los gobiernos "revolucionarios".

     La educación indígena, básicamente en una forma castellanizadora, continuó su avance hasta mediados de los años setentas. Las movilizaciones sociales de la década anterior, unida al creciente poder de un grupo de académicos indígenas involucrados en la creación de las políticas educativas, y el incipiente debilitamiento del estado mexicano cambiarían el rumbo de la educación indígena. Después de décadas de favorecer el desplazamiento de las lenguas indias por medio de la castellanización, los académicos indígenas abogan por la conservación de la lengua materna de los estudiantes en el proceso educativo. Además de la recuperación y mantenimiento de las lenguas, se propone desarrollar programas que faciliten el desarrollo del biculturalismo. Es decir, que los alumnos sean capaces de interactuar y comunicarse en las sociedades indígenas y mestiza.

     Aunque el modelo del bilingüismo-biculturalismo representó un cambio de paradigma en la educación indígena, los alcances reales del mismo fueron limitados. En primer lugar, el currículum nacional-controlado por el Estado mexicano-dejaba muy poco espacio para incluir nuevos contenidos. En segundo lugar, la falta de recursos humanos (e.g., antropólogos, lingüistas, educadores), hizo difícil la investigación que era necesaria para desarrollar materiales didácticos, planes y programas de estudio, capacitación de profesores e investigadores, etc., En algunos casos, la aplicación del modelo bilingüe-bicultural fue detenida debido a problemas medulares. Por ejemplo, la ausencia de estándares para las lenguas indígenas minoritarias. Efectivamente, las lenguas indígenas que sólo contaban con algunos cientos o miles hablantes carecían de elementos tan básicos como alfabetos propios. Sin este requisito, es prácticamente imposible desarrollar libros de texto para los alumnos.

     Quizás el problema más difícil de vencer que la educación bilingüe encontró fue la resistencia entre las autoridades educativas (e.g., directores de escuela, inspectores, o incluso secretarios de educación), y entre los mismos padres de los alumnos, quienes creían que aprender español implicaba forzosamente la eliminación de la lengua materna. Además, la discriminación de las lenguas indígenas estaba (y aún lo está) internalizada por la sociedad mestiza e indígena, lo que fomenta la creencia que la causa del retraso económico de los grupos étnicos minoritarios se debe a sus características lingüísticas y culturales. Por lo tanto, la castellanización se ve como la solución más corta hacia el avance económico y social de los alumnos.

     Después del fracaso del modelo bilingüe-bicultural, la educación indígena permaneció estancada por algunos años, hasta que los cambios económicos orientados hacia el neoliberalismo, así como los efectos de la globalización trajeron consigo el debilitamiento del Estado mexicano, además de nuevas necesidades educativas para los alumnos. Las ideas sobre la forzosa uniformidad lingüística, racial y cultural para la lograr la unidad nacional-propiciada y mantenida por el Estado-son abandonadas a favor de un Discurso multicultural que aboga por el mantenimiento de las identidades étnicas y el respeto a los derechos culturales de los pueblos. En este ambiente de "tolerancia", el gobierno mexicano subscribe acuerdos internacionales que lo comprometen a respetar los derechos educativos y lingüísticos de sus etnias. Además, la constitución mexicana sufre una reforma en donde se reconoce a los indígenas como los habitantes fundadores del país, así como ciertos derechos educativos, culturales, lingüísticos y territoriales.

     Esto representa un cambio-al menos al nivel teórico-pero no fue alcanzado únicamente por vías de buena voluntad. El levantamiento Zapatista de 1994 trae a la mesa de discusión el problema indígena en un momento en que los grupos minoritarios sólo eran parte del trasfondo del país, esperando a desaparecer bajo la modernidad y la afluencia traída por el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá. Aunque el Zapatismo forzó al gobierno a negociar y atender ciertas demandas (como los derechos educativos, culturales y lingüísticos), otras áreas han permanecido cerradas al diálogo, como por ejemplo la autonomía legal de las comunidades indígenas. Además, los acuerdos alcanzados entre el gobierno y los Zapatistas no han sido respetados, lo que provocó el cierre de las negociaciones y la continuación de la lucha por parte de los grupos rebeldes.

     El nuevo discurso de tolerancia hacia el multiculturalismo, así como los efectos de la globalización (e.g., apertura de mercados, uso de nuevas tecnologías, incremento de la comunicación intercultural), han creado nuevas necesidades educativas en el país. El nuevo modelo propuesto para solucionar esas demandas es la educación intercultural-bilingüe. Aunque no existe una definición exacta de qué representa el modelo intercultural, algunos componentes son: 1) el respeto a la identidad cultural y lingüística de los alumnos 2) la concordancia entre las características lingüísticas y culturales de los alumnos y los métodos pedagógicos 3) la adquisición de habilidades aprendizaje que sean útiles de por vida 4) la atención y nivelación de las deficiencias educativas sufridas por los grupos minoritarios. La meta final, es la formación de un individuo que sea capaz de relacionarse con el "otro" desde su propia identidad, sin la necesidad de renunciar a su lengua y su cultura. Además del desarrollo de valores como la tolerancia, el respeto y la apreciación del multiculturalismo, se supone que los alumnos también serán capaces de adquirir habilidades de estudio, comunicación y trabajo que les permita interactuar exitosamente en un mundo cambiante y tecnologizado.

     La educación intercultural-bilingüe supone un cambio de paradigma en la historia de la educación indígena de México. En primer lugar, por primera vez se asume que la educación debe ser una doble vía que incluya a la población indígena y mestiza del país. Se abandona la idea que los indígenas eran responsables de adaptarse a la cultura y la lengua nacional, y se extiende a la sociedad mestiza la idea del respeto y la tolerancia a la diferencia étnica y lingüística. En segundo lugar, la idea del respeto a las lenguas y culturas potencialmente abre la puerta a la preservación y desarrollo de las lenguas indígenas que todavía sobreviven en el país. Finalmente, el discurso sobre el multiculturalismo establece la posibilidad de lograr cierta independencia en los proyectos educativos propuestos por académicos indígenas, quienes desean libertad del currículo y planes oficiales.

     ¿Es pues la educación intercultural-bilingüe la solución a los problemas de la población indígena de México? A pesar de las ventajas que este modelo representa en comparación con los otros, la respuesta es "definitivamente no" en algunas áreas, y "probablemente no" en otras. Es imposible que un proyecto educativo pueda resolver problemas económicos y sociales que han sido el resultado de una larguísima historia de colonización (interna y externa) y explotación. En esta área, la educación intercultural no tiene incidencia alguna. Sin embargo, en el área educativa podría tener algunos resultados positivos. Particularmente en el logro escolar, si las lenguas indígenas son efectivamente usadas en el proceso de instrucción. Además, la educación en valores (i.e., tolerancia, respeto, apreciación) que implica la educación intercultural, podría tener un efecto en las actitudes y en las relaciones entre los indígenas y los mestizos.

     Personalmente, pienso que la educación intercultural pasará a ser un cambio más en la historia de las políticas educativas de México. Desde la aparición del proyecto, éste ha sido recibido con escepticismo teórico en los círculos académicos y de investigación educativa, y con resistencia entre los profesores indígenas, lo que ha originado infinidad de problemas con su implementación. A los tradicionales problemas de falta de recursos económicos y humanos, se les aúna la desconfianza hacia un modelo que fue impuesto verticalmente (no hubo consulta con los profesores indígenas), y que a pesar de su discurso conciliatorio podría tener motivos ulteriores. Además, el fenómeno de la migración de población indígena hacia Estados Unidos ha incrementado el rechazo de los padres hacia la enseñanza en las lenguas maternas. Efectivamente, muchas comunidades cuestionan la utilidad de seguir hablando su lengua si los niños tendrán que emigrar hacia centros urbanos en donde se habla español, o hacia los Estados Unidos. De ahí la insistencia de los padres que la educación sea bilingüe, pero en español e inglés.

     Quedan muchas preguntas en el tintero, pero quizás la más importante sería ¿Cuál es el futuro de las poblaciones indígenas y su educación? No creo tener la respuesta, pero definitivamente, el panorama es sombrío. Los niveles de pobreza han aumentado enormemente en los últimos años, lo que ha contribuido a la migración a las ciudades, en donde no existen programas educativos específicos para niños que no son hispanohablantes. Los medios de comunicación han incrementado el contacto con el español y reducido el aislamiento de las comunidades. Y aunque existen proyectos para preservar, difundir y desarrollar las lenguas indígenas, éstos son insuficientes ante el prestigio y las promesas de movilidad social y económica que posibilita el hablar español.

     Finalmente, también es importante reflexionar sobre la historia de los fracasos de la educación indígena en México y preguntarse por qué éstos han ocurrido. Aunque en la respuesta intervienen muchas variables, una constante ha sido la implementación "a medias" de los modelos educativos. Por ejemplo, en el caso de la educación intercultural, su efectiva implementación requeriría reformas legales que hasta el momento no han ocurrido. Lo mismo ha sucedido con proyectos anteriores, en donde la falta de recursos humanos o de apoyo institucional ha dificultado alcanzar el bilingüismo entre los estudiantes. En este escenario, tal parece que la educación bilingüe para las comunidades indígenas es sólo un discurso que legitimiza al Estado como proveedor y protector de los grupos indios, pero que en realidad, esa educación ha funcionado como un elemento de aculturación.

     La presión a la que están sometidos los grupos indígenas es enorme, pero han resistido por más de 500 años a través de sus habilidades para adaptarse al cambio. Los mismos elementos que amenazan su existencia (e.g., medios masivos de comunicación, educación castellanizante, migración) están siendo utilizados para facilitar la organización de la sociedad civil, la defensa de sus derechos étnicos y culturales y la creación de un proyecto indígena panamericano. Si se logran estos objetivos, es posible que no estemos presenciando el final de las culturas indígenas en México.




vol. 5 (2008)
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