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Sarah Jensen, '08


Envejecer hablando español

     En menos de veinte años, el número de hispanos que necesitarán vivir en las residencias de ancianos estadounidenses por razones de demencia o enfermedad crónica alcanzará más de 4,5 millones. Para las personas no hispanas, la idea de tener que vivir en una residencia de ancianos les hace ponerse pálidas. No quieren que sus hijos los dejen en una institución fría e impersonal, sin la ayuda y apoyo de sus familias y amigos. En una residencia de ancianos, la vida se transforma completamente de una experiencia de libertad a una manera de vivir llena de restricciones y límites. Estos temores, absolutamente legítimos, se multiplican drásticamente para una persona que no habla inglés. Con una lengua y cultura completamente distintas de las de los ancianos angloparlantes, estos nuevos miembros de las residencias geriátricas están en una situación bastante difícil. Debido a la falta de empleados bilingües y recursos dirigidos a hispanohablantes, las experiencias y la calidad del cuidado son muy distintas de las de los residentes de habla inglesa.

     Me interesa este tema porque para mi proyecto de comunidad fui voluntaria en una residencia de ancianos de Worcester que se llama Parsons Hill Nursing & Rehabilitation Center cada semana desde el principio del semestre de otoño de 2007. Allí, dirigí el club de español para los residentes puertorriqueños. Aunque sólo había tres miembros del club porque los otros dos o tres puertorriqueños no podían venir físicamente a las reuniones, es una actividad que tiene gran significado para estos residentes latinos. En Parsons, la presencia del español es muy limitada entre los empleados preparados para trabajar de forma médica con los residentes. Vio que muchos de los empleados que lavan las sábanas y limpian los cuartos son hispanohablantes, pero no tienen mucha interacción con los residentes regularmente. Por eso, a los residentes con los que me quedaba cada semana les emocionaba tener la oportunidad de hablar español con alguien que les podía entender fácilmente. Durante nuestras reuniones, comíamos comida española, típicamente arroz, verduras y un tipo de carne. Hablábamos de la vida de los residentes en Puerto Rico y lo que echaban de menos de su hogar. También, escuchábamos música española y hablábamos sobre los diferentes tipos de baile que hacían como jóvenes. La comida duraba casi una hora y media porque los residentes puertorriqueños disfrutaban de este tiempo especial y privado que tenían dentro de la residencia de ancianos.

     La disponibilidad de recursos para hispanohablantes en las residencias de ancianos no es suficiente para responder a esta población. Ya hay muchas quejas sobre la calidad de estas residencias para gente de habla inglesa. Según Lebowitz, las residencias de ancianos "se están enfrentando a una crisis verdadera con respecto a la adquisición y la permanencia de profesionales capacitados en la asistencia sanitaria". Si esto es verdad para personas acostumbradas a la vida norteamericana, la situación empeora en el caso de las personas que no hablan inglés con fluidez. Cuando fueron entrevistados en un estudio de Nakhnikian que investigó la formación de los empleados en las residencias de ancianos, los ayudantes que trabajan de manera diaria con los residentes dijeron que no se sienten preparados para hacer sus funciones. Esta declaración es significativa porque, según Menio, los ayudantes son uno de los aspectos más importantes en la vida de las residencias, ya que proveen un 90 por ciento del cuidado directo a los residentes. Además, los cambios constantes de empleados no ayudan. Un estudio descubrió que el 71 por ciento de los empleados de una residencia dejan su trabajo. Como afirma Misiorski, se trata de un número muy alto que obviamente tiene un gran efecto en las experiencias de los residentes, sobre todo para los hispanohablantes.

     Las actividades divertidas son muy relevantes a la experiencia de los ancianos de una residencia geriátrica. Normalmente, las actividades hechas dentro de la institución reflejan la cultura norteamericana y no consideran mucho lo que a los residentes de otras partes del mundo les gustaría. Una actividad típica en Parsons es algún tipo de arte creativo. También, juegan deportes como bolos. Según mis conversaciones con los residentes puertorriqueños, a ellos les gusta bailar con música reggaetón o preparar sus comidas favoritas. Por eso, no participan mucho en las actividades que presenta la residencia. Otras residencias de ancianos han implementado programas que se identifican con las culturas de sus residentes. Por ejemplo, Hoban menciona que en Asbury Heights, una residencia de ancianos en Mt. Lebanon, Pennsylvania, se empezó a celebrar el Día de los Reyes Magos porque es un día de fiesta reconocido por un gran número de sus residentes hispanos. Durante la celebración, se preparan platos típicos, como lomo, arroz y alubias, y los residentes comen en un comedor adornado. Como se ve, es fácil tomar medidas simples para crear un entorno más incluyente y fomentar, en palabras de Misiorski, "una cultura de envejecimiento que afirma la vida, y que es gratificante, humana y significativa".

     Los EEUU se conoce como un gran crisol de culturas. Con el aumento del número de inmigrantes de países en los que la lengua nativa es el español, es inevitable que las residencias de ancianos se llenen cada vez más con personas que van a enfrentarse con obstáculos únicos. Las barreras de lengua y diferencias culturales no deberían considerarse como problemas que hay que superar, sino como ejemplos importantes de diversidad que deberíamos valorar. Aunque la situación actual de los ancianos hispanohablantes parece un poco sombría, el futuro está lleno de esperanza. El cuidado de estos ancianos debería ser una prioridad alta en nuestra nación porque merecen los mismos recursos y el mismo trato que los anglohablantes. La calidad de vida es importante para todas las personas, independientemente de su lengua y cultura.




vol. 5 (2008)
vol. 5 (2008)
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