Michelle
Santana, '10
1ª nota
La primera vez que
lo vi noté el gris claro de sus ojos. Hice la instantánea
suposición que seguro no había otros ojos tan llenos de
sabiduría y madurez en el mundo. Sus ojos retenían una chispa
pícara y juguetona que me recordaban al juego travieso que juegan el sol
y la luna cada atardecer. La próxima vez que lo visité
noté sus gestos. Era un hombre alto y no muy flaco pero cada movimiento
me hipnotizaba al punto que no supe después de que me habló, y
que palabras usó. Sus manos, grandes, inmensas y planas como la tierra
abatida por el tiempo, dibujaban figuras y moldeaban el aire a su placer.
Cuando lo vi por tercera vez oí sus palabras y noté como su boca
tenía el mismo efecto que sus gestos. Hablaba como un intelectual sin
saberlo, decía cosas que ni entendí ni las entiendo hoy. Su voz
me hechizaba, me hacía olvidar la realidad y reconocer lo imaginario
como la verdad. Su boca me seducía y poco a poco me sentía
atraída hacia él. En ese instante detecté el peligro de
mis visitas. Me levanté y me dirigí hacia la puerta; él se
paró de su asiento y se colocó al lado mío y siguió
caminando hasta quedar delante de mi. Se volteó, me miró,
sé que quería hablar pero no pudo. Sabía la razón
de su silencio. Después de su pausa siguió caminando y
noté su forma de caminar y supe que no había justicia en el
mundo, y que la soledad sería mi compañía hasta la
eternidad.
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Frenesí: Cartas de lujuria
¿Por
qué me ignoras si sabes que me muero poco a poco? Me tratas como a las
otras y sabes que me hieres. Te busco por todas partes hasta que te encuentro,
pero luego vuelves y te desapareces sin más decir. Cuando creo que por
fin ves el sufrimiento y el agobio que me causa tu amor, me dices que me vaya,
que deje de ser la loca de las avenidas que te persigue. Pues te lo diré
ahora, no lo haré. Aunque me lo pidas por un millón de
años en diferentes formas, no lo haré. Te seguiré hasta
que te canses de decir no. Te seguiré hasta que el aire que respires
huela a mí. Te seguiré hasta que no quede nadie que conozcas, y
yo sea la única que sepa tu nombre. Te seguiré hasta que mis pies
se cansen de seguirte. Te seguiré hasta que el tiempo comience a
maltratarme. Te seguiré, siempre, sin dudas. Con la esperanza de
desahogarme de este amor frenético, lujurioso, sin límites. Te
quise, te quiero y te querré.
-Estás
loca. No lo puedo decir de otra manera. Estás tan loca que ni sabes lo
que dices. La próxima vez que te vea llamaré al manicomio para
que te venga a buscar, lo haré sin remordimientos. Date cuenta que lo
nuestro no puede ser. Deja de perseguirme. Te estás gastando con tanto
caminar. Entiende que tus acciones y tus palabras no son de una muchacha
decente.
-Ves cómo
comienzas a notarme. Lo haces porque te inquieto. Me llamas poco
convencional-prefiero pensarlo así-y lo acepto. No me delatarás
porque te puede perjudicar más a ti que a mí. ¿Qué
importa lo que la gente diga? Es obvio que a ti no te importa, sales con todas
sin recriminación. Hasta las que están casadas y hasta las
"recatadas" del pueblo no se salvan de tu conjuro. Así como te
perseguiré te mandaré mil cartas
Una por cada pensamiento
que tenga de ti cada día
Podrás cubrir tu casa con ellas y
así oler el amor en cada rincón de tu hogar.
-Las
quemaré en una fogata tan grande que el humo llegará a tu casa y
te dirá lo que siempre te he querido decir en persona: has perdido el
juicio.
-No las
quemarás. Las guardarás y algún día alguien las
encontrará y se dará cuenta de que alguien te amó con un
delirio incomparable y una pasión desenfrenada. |