Valentín
Chacártegui Sullivan
Besar, Arder Y consumirse.
Qué espontánea Sucesión de milagros. ¡pero,
besar! ¿no habéis nacido nunca Tras un beso otorgado
En sueños?
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Eres el instante, La deceleración
De los astros, Eres luz que emite luz -Nunca precaria- Eres lo
que atisbo En el espejo Cuando desnudo mi cuerpo De
inútiles aparejos Y dejo sólo El rastro de mi
corazón. Mantén así tu sonrisa Al despertar entre
terrores Mantenla así, tan concisa Y clara que no puedan las
sombras Llegarte hasta el centro, El centro de ti misma Cuando
sonríes.
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Busco el hogar de mi infancia,
Ayúdame mar que interpelas Con la saciedad de tus espumas A
salir a la verdad en su lactancia. De dientes tengo el alma llena,
Contráeme dolor de las mañanas Dolor que reza: no te
desangres, no te desangres. La sed me puede. He abandonado ya por
siempre Las lindes de mi infancia.
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No olvido A las olas batiéndose
Contra las rocas -¿Las oyes? ¿Ves aquella ave lejana
Emancipada de la oscuridad?- No olvido tu sentencia, El
nombramiento De nuestro pacto. Si, lo sé, A menudo es
difícil Sostenerse en pie Entre los frágiles
Álamos de la niebla.
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Desprenderos de las mascaras Que
acentúan vuestras miradas. Huid de la normativa Y asestad el
hachazo al verbo. Dividid el amor para que llegue Más
allá del límite Que imponen vuestros cuerpos.
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Navegábamos inútilmente Entre
las voces de las montañas Nos arrancábamos los pétalos
Esperanzados. Era tu voz entre los juncos Y la arena de los
meandros Un pico amarillo Y mi cuerpo, una danza Que celebra todas
tus canciones. |