Dolores Juan
Moreno
Lo cierto es que no he sabido nunca disimular
mis afectos. El cielo esa noche era el de alguna escena crucial de cualquier
película clásica de cine negro. Esas en que no se sabe nunca si
van a matarle a uno o a besarle. No llegué a ver nunca al hombre de la
gabardina fumando junto al Chrysler esa noche gris, pero sí supe
encontrar el color en los octogenarios del café del Viejo San Juan. El
ruido de las tazas, el bullicio, sus voces cálidas, la mirada limpia del
final de una vida. Las piedras redondas y gastadas bajo mis talones me
recuerdan que lo cierto es que no he sabido nunca disimular mis afectos.
Levantar la vista hacia el gris de cine negro en NYC o bajarla hacia las
piedras redondas en las callejuelas del Viejo San Juan no corresponden
necesariamente al cielo y al infierno en ese orden. Se trata tan sólo de
recordar el origen del camino y hasta dónde hemos llegado. |