Rocío E.
Oré Vásquez
Vida
Si hablamos de la vida, la vida es una, dicen.
La vida se orienta según los sueños, se hace pequeña
cuando las alegrías escasean, cuando se está más triste se
hace más solemne a fuerza de sentirla huir y cuando más vivimos
es cuando menos nos damos cuenta. La vida es una suerte de reloj de arena que
corre rápido y es esquiva si se la maltrata. Allí es cuando
aprendemos a caernos y con ayuda quizás, a levantarnos. Al inicio
sólo nos importa seguir un rumbo acostumbrado, explorando así
cualquier forma de dejarla pasar. Prueba de ello en el día y la
noche
o quizás en esa lucha incansable mañanera, donde
azotamos el tiempo contra la pared y deseamos seguir soñando sabe dios
cuanto tiempo más..
La vida está definida según el
mundo que habitamos. Los autores escriben acerca de la literatura de la vida y
en un desvelo de nocturnidad apartan el día a la vida y la muerte a la
noche. Los hombres de estudio se dedican a investigar la vida, sobre la vida
(una breve alusión al creacionismo y Darwin) en la vida, con la vida.
Dicen que somos nada sin vida. Y sin vida nos hallaremos anclados en el
vacío de lo ignorado, en lo prohibido, en el agujero negro, en la
soledad. Sin vida nada somos, por tanto nuestra existencia significa tener
vida.
¿En qué momento se hizo la vida
un verbo? Yo vivo, I live, Você vive
Acaso el hacerse a un lado de la vida no fuera
sólo un hecho sino un sentimiento. Acaso soñar que se vive no es
también vida en realidad
En fin, yo vivo, tu vives, todos intentamos
vivir
¤ ¤ ¤
Nostalgias
¿Dónde estará su melena
rala y su risa sin par? Nunca le dediqué nada pero con toda la
algarabía de mis nuevos días, recordé lo mucho que
habíamos compartido en una ironía de tiempo pequeño y
corto.
Aquella mañana él llegó
como todas, temprano. Cuando me vio, carraspeó. Abrió la puerta
del carro rápidamente. Me dio un beso y pudo sentir que yo ardía
en fiebre. Le pedí que no me besara, que me sentía
físicamente mal. Me dijo que no le importaba y que le dijera a
dónde debíamos ir. Mi malestar sólo me hacía sentir
mareos y frío (era verano y el sol calentaba demasiado; eso me hizo
presumir que estaba bastante mal). Por primera vez sentí que empezaba a
perder la conciencia y aunque nunca me había pasado, no quería
alarmar a nadie. Me tomó entonces de la mano, y comenzó a
hablarme sin razón. Escuché que preguntaba cosas ligeras: el
clima, la comida, cómo te fue ayer, etc. Yo apenas podía respirar
con fuerza y le dije que cerrara las ventanas porque sentía frío.
Allí aceleró el carro y creo que en diez minutos llegamos al
hospital. Iba a sacar el cinturón de seguridad cuando tocó mis
manos y me dijo "estás hirviendo" y entonces comenzó a actuar
nervioso. Vi su frente sudar tanto y hasta olvidaba las cosas que debía
sacar del carro antes de bajarnos. Me abrió la puerta y sentí
desmayarme. Me abrazó y cerró la puerta del carro. Yo me
acogí débil en su cuerpo y él comenzó a besarme
pidiéndome que le hablara en todo momento.
Caminamos lento a la puerta de la
clínica. Recuerdo que había mucha gente y no sabía a
dónde ir. Fui al baño a lavarme la cara porque el calor me
subió de golpe al cuerpo. No debí hacerlo, como noté
segundos siguientes, pues comencé a temblar de frío. Salí
del baño y trastabillé. J... entonces apareció
rápido y me dijo que debíamos ir a urgencias, pues yo estaba muy
mal. Hicimos una corta espera mientras atendían a los pacientes
más delicados. En ese breve trance, él me abrazaba y me besaba
como tratando de darme vida. "Puedo contagiarte algo"-le dije. Él
sonreía. Cuando llegó mi turno ni siquiera podía hablar.
Entonces él sonrojó porque le pidieron mis datos completos. Yo
detuve a la preguntona enfermera dándole toda la información que
pude y callé el rubor de mi entonces enamorado con un beso.
Sentados esperamos una eternidad. Él me
abrazaba, calentaba mis manos, me contaba cosas que hoy ya olvidé.
Entré a urgencias, la misma rutina de siempre, cómo
está
cómo se siente
comió algo
ayer
qué hizo
siente frío, etc., todas esas preguntas
que tienen una sola respuesta: ESTOY MAL.
Para cuando salí él estaba fuera
ansioso. Me pidió la receta de mis medicinas, y sonreí
diciéndole que me habían dado descanso médico y que
podría ir a casa. Pero ahí recién empezaba todo.
Sé que hizo mucho aquel día: fue
a la farmacia, asintió con ceño adusto su negativa a pagar extra
y de pronto me encontraba en Chorrillos, como a tres horas de mi casa,
comprando medicamentos en la farmacia de su tío.
Cuando estacionó el carro, no
tenía idea de dónde estaba. Sólo sabía que un
extraño me había llevado a un lugar tan remoto que sentí
un ligero escalofrío. Sonreí. Sentí su mano tantas veces
junto a la mía. Saludé a gente que no recuerdo. Pasaron segundos
y sentí unas increíbles ganas de vomitar, pues no había
comido nada y con toda la medicación en mi cuerpo y el pinchazo para
bajarme la fiebre quedé hecha minucia. Entré a un baño
ajeno, mis tripas se encogieron, sabe la ciencia cómo... él
tocó la puerta un par de veces y me decía "¿estás
bien?"... me daban ganas de reír (ignoro hoy el por qué) y
después de algunos segundos salí con los ojos hinchados,
llorosos, apenas podía ver. Me sirvieron una taza de agua tibia que
tomé con calma, me dieron miles de recomendaciones. Creo que eso me
enamoró en aquel tiempo más de él, el ver que era atento
conmigo, una extraña.
Regresamos a mi casa (sí, a casi tres
horas de distancia) yo exhausta, él hecho un hombre cuasi héroe a
mis ojos, de buenos sentimientos. La fiebre había pasado, y no era la
mujer más bella pero él era ya distinto a mis ojos.
Sacó los libros de la maletera, yo
seguía sentada dentro. Entró nuevamente al carro, sostuvo mi
mentón en sus manos y me dio un beso inmenso, que nunca-lo
admito-podré olvidar.
Allí escuché por segunda vez esa
dulce sentencia de muerte.
- Te amo...
Luego se sonrojó y yo me
sorprendí, titubeé porque aún me sentía
débil. Me abrió la puerta del carro, me cogió por la
cintura, me besó tiernamente y descansé (con el recuerdo de aquel
beso) todo el día.
Seis meses después ya no sabíamos
nada el uno del otro. Siempre quise agradecerle por ése día, por
sus gestos, por su calor...
Pero él llegó a morir
inexplicablemente, entonces me quedé con todo esto en la
garganta
Hasta hoy. |