Mélandy
Catalino '10
No puedo más
"Cheo,
¡levántate ahora! Tienes que buscarte un trabajo hoy. Si no
consigues algo hoy ¡te juro que me largo y me voy a los Estados Unidos
sin ti!" gritaba Luz a su esposo. Cada semana era lo mismo.
"¡Ya! Voy a buscar un trabajo.
¡Cálmate mujer!" decía Cheo, levantándose de su cama
rota y entrando en el baño.
Luz
caminó pisoteando con furia hasta la cocina. Ella estaba harta de Cheo y
también asustada. Asustada porque sólo quedaban cuatro meses para
tener su bebé y la única persona que pensaba que la iba a ayudar
era Cheo, pero él ni podía mantener un trabajo por más de
tres meses. Ella estuvo pensando en irse de Puerto Rico para vivir en Nueva
York, con su hermano y su cuñada, donde podría aprender ingles y
conseguir un trabajo para mantener el bebé. Pero le dolía mucho
tener que dejar al hombre que más amaba en este mundo, Cheo. Pero, Luz
era una luchadora. Ella siempre aspiraba a ser más de lo que los
demás esperaban de ella. Cuando terminó de calentar el
café y Farina para el desayuno, Cheo entró con unos pantalones
viejos y el pelo peinado para atrás. Le sirvió a su esposo y
él se lo tomó rápidamente. Besó a Luz y se fue a
Cidra en su carrito para conseguir un trabajo en la construcción. Luz le
pidió a Dios que ayudara a Cheo a conseguir algo y empezó a
limpiar su pobre casita.
Llegaron las
siete de la noche y Cheo no llegaba del pueblo. Luz se estaba desesperando. A
las nueves todavía no había llegado. Caminó hasta la casa
de Ture, un amigo de Cheo, para ver si estaba su esposo ahí. Ture le
dijo que estuvo con Cheo en la tiendita de Bitín como a las seis.
"Quizás todavía está con los demás en la tiendita,"
le dijo Ture a Luz con una sonrisa nerviosa. Todos sabían que
después de las seis la tienda era el lugar donde los borrachos se las
pasaban tomando cervezas Medalla. Luz se enfadó más y más
pensando que Cheo estaba tomando cuando ella lo había mandado a
trabajar. Cuando llegó a la tienda de Bitín, encontró a
Cheo embriagado como los borrachos del campo. Su carita trigueña se puso
roja y empezó a gritarle a Cheo, "¡Borracho! ¡Desgraciado!
¡Te mandé a buscar trabajo y con el poquito dinero que tenemos
estás tomando! Cheo ya no puedo. Te he dado tantas oportunidades y
¡me pagas con esto! No puedo más."
Cheo la persiguió pero ella se
resistía.
"No pienses regresar a
mi casa esta noche," le dijo Luz con lagrimas en los ojitos.
Cheo bajó la cabeza y le
pidió mil disculpas pero Luz seguía caminando. Regresó a
su casita, que ya estaba por caerse de tan fea y abandonada, se tiró
frente a la virgencita que tenía en una esquina del cuarto y rezó
y lloró toda la noche, acariciando su barriga.
El dolor en el corazón era tan
fuerte que pensó que iba perder el bebé. Llamó a su
hermano por la mañana y le explicó lo que había pasado con
Cheo. "Hermanita, yo sé que lo amas, pero tú te mereces
más y ese bebé también. Ven a vivir con nosotros en Nueva
York. Puedes empezar de nuevo. Es como un pequeño Puerto Rico porque
todos hablan español. Podrías trabajar también. Hay
más oportunidades para las mujeres y te vas a sentir mejor aquí"
le aseguró su hermano. Horas después Cheo llegó con la
cabeza bajada. Los dos hablaron y al terminar Luz besó, delicadamente,
los labios de Cheo. Con lágrimas bajando por sus cachetes le dijo que se
iba para Nueva York. Cheo no pudo aguantar el dolor de esas palabras y se
tiró al piso llorando en la falda de su querida esposa
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